Estamos al límite: por qué reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos es necesario para que el sistema agroalimentario se mantenga dentro de los límites planetarios.

Estamos al límite: por qué reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos es necesario para que el sistema agroalimentario se mantenga dentro de los límites planetarios.

Hoy, Día Internacional contra el Cambio Climático, destacamos la urgencia de reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos y los impactos ambientales asociados en un contexto en el que se han superado seis de los nueve límites planetarios para la habitabilidad y la estabilidad de la Tierra.

El sistema agroalimentario globalizado e industrializado desperdicia cada año 1.300.000 toneladas de alimentos aptos para el consumo humano, una cifra equivalente a un tercio de lo que se produce en el mundo (FAO, 2011) y que aumenta con cada nuevo estudio que se realiza sobre esta problemática.

Las causes de las pérdidas y el desperdicio de alimentos (PDA) tienen su raíz principalmente en un modelo de producción y consumo de alimentos totalmente desconectado de los límites ecológicos que fomenta, entre otros, la obtención de la máxima producción al mínimo coste o la imposición de estrictos requisitos estéticos que impiden la comercialización de muchas cosechas. Como sociedad, hemos perdido la conciencia del valor de los alimentos, una situación también provocada por la desconexión con la tierra, el territorio y el trabajo de los agricultores.

Detrás de los miles de toneladas de alimentos descartados se esconde un impacto ambiental de grandes dimensiones (FAO, 2013). Cuando se desperdicia un alimento, todos los elementos utilizados en su producción, tales como el agua, el suelo y la energía, también se convierten en residuos, además de generar inútilmente emisiones de gases de efecto invernadero.

Un impacto ambiental que desafía los límites planetarios para la estabilidad y habitabilidad de la Tierra, de los cuales, según los últimos informes publicados, ya se han superado seis. Cinco de ellos tienen una relación directa con el impacto de las pérdidas y el desperdicio de alimentos:

  • Cambio climático: si las PDA a nivel global fueran un país, sería el tercero en emisiones de CO2 de todo el planeta, siendo responsables del 8% de las emisiones a nivel global. Según un informe del proyecto Drawdown (2020),la reducción de este 8% de gases de efecto invernadero mantendría el calentamiento global por debajo de los 2 grados, como se establece en el Acuerdo de París. Por este motivo, la reducción de las PDA se plantea como una de las soluciones más efectivas para combatir los efectos del cambio climático.
  • Pérdida de biodiversidad: aumentando la degradación de hábitats y ecosistemas y la pérdida de biodiversidad debido al uso de tierras agrícolas para cultivar alimentos que en último término no se consumirán.
  • Cambio en el uso de la tierra: el 28% de las tierras agrícolas disponibles en el planeta se utilizan para producir alimentos que terminan siendo desperdiciados o malgastados. Esto equivale a 1.400 millones de hectáreas de tierra agrícola, equivalentes a la superficie de Rusia o 24 veces a la Península Ibérica.
  • Uso de agua dulce: las PDA implican el desperdicio de 250 km3 de agua al año, una cifra equivalente a cien millones de piscinas olímpicas o el caudal anual del río Volga.  
  • Contaminación bioquímica: los alimentos arrojados en vertederos se descomponen y producen metano que, además de contribuir al cambio climático, puede filtrarse en fuentes de agua cercanas y contaminarlas. El uso de fertilizantes y pesticidas en los cultivos también acelera la degradación del suelo.

Si el sistema agroalimentario es responsable de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, es aún más alarmante que, en un contexto de crisis climática, se agoten los recursos naturales para producir alimentos que nunca llegarán a un plato. A esto se suma la inversión desperdiciada de recursos humanos y económicos, así como la paradoja ética de que esta problemática coexista con altos índices de inseguridad alimentaria a nivel mundial.

Es esencial, ahora más que nunca, centrarse en la transición hacia un sistema alimentario que haga efectivo el derecho fundamental a una alimentación saludable dentro de los límites ecológicos del planeta. En este contexto, la reducción de las pérdidas y el desperdicio de alimentos debe convertirse en un objetivo clave e innegociable.

Las soluciones implican transformaciones a nivel social, colectivo e individual: poner en el centro el valor nutricional y cultural de los alimentos, generar cambios en nuestros patrones de alimentación y consumo, defender el trabajo de los agricultores y recuperar la cultura del aprovechamiento de alimentos, así como la transmisión generacional de conocimientos culinarios son algunos aspectos clave. Al mismo tiempo, es necesario aumentar el conocimiento sobre el problema para proporcionar un análisis en profundidad sobre las causas y los volúmenes de las PDA que se producen a lo largo de la cadena, y también abogar por acciones políticas ambiciosas que estén a la altura del problema y lo aborden desde la raíz.

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