«Los niños aman la naturaleza, aman la Tierra y, si entienden que cuidar qué y cómo comemos también es cuidar el planeta, no se lo piensan dos veces».

En motiu del Dia Mundial de l’Educació Ambiental, entrevistem la Núria, l’Alejandro i la Cèlia, de l’àrea de sensibilització i coneixement d’Espigoladors.

«Los niños aman la naturaleza, aman la Tierra y, si entienden que cuidar qué y cómo comemos también es cuidar el planeta, no se lo piensan dos veces».

Con motivo del Día Mundial de la Educación Ambiental, entrevistamos a Núria, Alejandro y Celia, del área de sensibilización y conocimiento de Espigoladors. En su día a día, participan de forma activa en el desarrollo de proyectos educativos y de sensibilización de la entidad, pero también trabajan sobre el terreno visitando aulas de escuelas e institutos de Cataluña para hablar con niños y jóvenes sobre el desperdicio alimentario y la alimentación sostenible. Y no sólo con niños y jóvenes. ¡Empecemos!

Desde prácticamente el nacimiento de la iniciativa, desde Espigoladors diseñamos y realizamos talleres en escuelas e institutos para hablar a los alumnos y las alumnas de la problemática de las pérdidas y el desperdicio alimentario. ¿Cuál es el mensaje que se quiere transmitir? ¿Cómo han ido evolucionando los talleres con el paso de los años?

Núria: Desde el inicio de la actividad de Espigoladors, somos conscientes de que sólo actuando en la recuperación de alimentos no llegaremos a la raíz del problema, sino que hay que trabajar en la prevención, y una de las formas más eficaces de hacerlo es informando y formando a niños, jóvenes y adultos.

Nuestros proyectos educativos parten de una frase que todos y todas hemos oído, «la comida no se tira», y que, a base de repetirla, muchas veces la hemos acabado vaciando de contenido, ya que a menudo la misma persona que la dice es la que está tirando comida. Nosotros jugamos a darle la vuelta: la seguimos repitiendo pero desde la idea de que sean los niños y jóvenes los que entiendan todo lo que hay detrás de estas pérdidas y que conozcan alternativas y otras formas de hacer y valorar el alimento . Así, esta frase vuelve a recuperar sentido con más fuerza que nunca.

Empezamos haciendo talleres puntuales, pero promoviendo que el profesorado pudiera dar continuidad al trabajo del tema a través del Premio #lacomidanosetira: durante 5 ediciones cientos de niños y jóvenes de toda Cataluña han aportado sus ideas para combatir el desperdicio o bien nos han ayudado a sensibilizar a más personas a partir de sus creaciones literarias.

Cada vez más, hemos ido avanzando hacia proyectos de más larga duración y nos hemos interesado por aplicar la metodología del Aprendizaje y Servicio de forma más metódica, ya que nos parece una herramienta pedagógica muy potente y, de alguna manera, siempre hemos trabajado con esta idea de partir del conocimiento de la problemática para poder aportar alguna solución.

En los últimos años estamos apostando sobre todo por formar y capacitar al profesorado, compartir nuestro conocimiento con los y las docentes, así como generar material didáctico que puedan utilizar para abordar la problemática en los centros educativos, ya que pensamos que es la forma de llegar a más personas y multiplicar así el impacto de nuestro trabajo y los recursos invertidos.

Alejandro, en uno de los talleres en un instituto de secundaria. (Fuente: martorelldigital.cat)

Me gustaría preguntaros sobre dos dinámicas que lleváis a cabo en las aulas: la ilustración de frutas y verduras imperfectas, en el caso de primaria, y el juego de rol, en el caso de secundaria. ¿En qué consisten y cómo contribuyen a reforzar el mensaje que se quiere transmitir a los talleres?

Nuria: En primaria proponemos un taller que combina la reflexión con la creatividad. Les hacemos descubrir la problemática del desperdicio y, a partir de aquí, invitamos a los niños y niñas a ayudarnos a avanzar hacia la solución al problema aprovechando un gran potencial que tienen los niños, que es su imaginación. Les animamos a dibujar y contar historias que tengan como protagonistas frutas y verduras imperfectas. Durante el taller, habremos visto que en realidad existen y al mismo tiempo nos damos cuenta de que difícilmente las encontramos en las tiendas. Normalmente los niños y niñas tienen una mirada más amable y más tolerante con esta diferencia que la que tenemos los adultos, que normalmente las llamamos verduras feas, imperfectas, torcidas, deformadas… siempre adjetivos que resaltan su parte negativa. Además, estas creaciones artísticas parten del corazón. Los niños, en general, aman la naturaleza, aman la Tierra y, si entienden que cuidar qué y cómo comemos también es cuidar el planeta, no lo piensan dos veces. Creemos que esta mirada artística, divertida, bonita, que le dan los niños, nos ayuda a valorar a todos los alimentos más allá de la estética.

Alejandro: Por otra parte, el juego de rol que hacemos en secundaria, permite introducir la problemática del desperdicio de una manera muy vivencial, ya que el alumnado se pone en la piel de los diferentes agentes del sistema alimentario y experimenta, por su cuenta, algunas de las dinámicas del mercado real. De esta forma, podemos adentrarnos en las causas más importantes del problema.

Cèlia: Me gustaría destacar, también, el poder del juego como herramienta para trabajar en el aula. Dentro del juego se contempla el error, el azar, las dificultades, las habilidades y dejan al descubierto en la mayoría de casos los propios miedos y limitaciones. Vivimos en contextos muy estructurados y reglados, por eso es importante invitarnos a adaptar normas diferentes, por ejemplo en la creación de frutas y verduras imperfectas buscamos casi de forma forzada la imperfección y, en el juego de rol, lo que nos interesa descubrir son las dificultades con las que choca cada sector de la cadena alimentaria. No deja de sorprenderme la negativa inicial de los alumnos a dibujar frutas y verduras imperfectas: de repente les pedimos que hagan lo contrario de lo que les piden normalmente. Superar esa barrera de la perfección con cada clase es una alegría y un orgullo. En cuanto al juego de rol, se despiertan muchos sentimientos de frustración, rabia e injusticia en los y las jóvenes, lo que significa que están presentes e implicados en la actividad. El reto es conseguir encauzar estos sentimientos y transformarlos en las reflexiones que nos ayudarán a entender el poder y la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene dentro del sistema agroalimentario.

Cèlia, impartiendo un taller en una escuela del barrio de Sant Andreu, de Barcelona, donde vino a grabar InfoK.

Aparte de estas dinámicas más vivenciales, también explicáis a los alumnos qué es el desperdicio alimentario y cuáles son sus causas y consecuencias. ¿Creéis que hoy en día es un problema conocido para ellos? ¿Qué conciencia hay al respecto?

Cèlia: Todo el mundo ha oído la frase «la comida no se tira», pero en la mayoría de los casos nadie se ha parado a pensar qué se esconde realmente detrás. Sobre todo, somos grandes desconocedoras de las graves consecuencias ambientales del derroche.

Núria, tú eres la más veterana de los tres. Ya hace cinco años que formas parte de Espigoladors, durante los cuales se pisa muchas escuelas de Catalunya para hablar de desperdicio alimentario. ¿Has notado cambios en los niños a nivel de concienciación?

Núria: Por desgracia, en los últimos años, las problemáticas ambientales y sociales no paran de ser noticia, así que cada vez también están más presentes en el imaginario de niños y jóvenes.

Ahora bien, si bien cada vez hay más jóvenes muy combativos y empoderados para reivindicar una forma diferente de relacionarnos con las personas y con el planeta, también hay otros que se sienten abrumados por el peso de problemas que perciben como demasiado grandes y enquistados para poder hacer nada, y en algunos casos, la indiferencia ante estas cuestiones acaba siendo también una forma de protegerse. Más que nunca pensamos que es importante tener espacios para hablar sobre estos temas, no sólo aportando información sino fomentando que los niños y jóvenes puedan expresarse y acompañarles en sus dudas y reflexiones.

Enseñáis muchísimas cosas a los niños y adolescentes, pero seguro que ellos y ellas también tienen mucho que decir y aportar. ¿Qué habéis aprendido?

Cèlia: Visitamos todo tipo de escuelas e institutos de muchas poblaciones y barrios diferentes, y en todas las aulas en las que he entrado hay abrazos, miradas y risas, y a veces también encontramos gritos de frustración, rabia y llantos. Clase tras clase yo me llevo una lección de resiliencia de vida..

Alejandro: Yo he aprendido que cada uno vive y aprende las cosas a su modo y a través de su propia realidad. Esto hace que me esfuerce, cada vez que hago un nuevo taller, en intentar comprender cuál es su punto de vista de lo que tratamos y, también, en ser permeable a todo lo que quieren aportar, que suele ser muy enriquecedor.

Hemos comentado al inicio que las acciones de sensibilización que se llevan a cabo desde Espigoladors no sólo van dirigidas a niños y jóvenes. Talleres de cocina de aprovechamiento o charlas sobre cómo reducir el desperdicio en el día a día son sólo algunos ejemplos de actividades que realizamos para público adulto. ¿Qué recibimiento tienen? ¿Estamos “bien educados”, en este sentido?

Cèlia: Hemos evolucionado olvidando, por el camino, la cultura alimentaria. Ésta, en la mayoría de los casos, ha sido transmitida a través de las mujeres, pero nunca valorizada económicamente. Yo soy una enamorada de las abuelas, de las cocinas, del mantel, los trapos de cocina y los delantales, pero sobre todo de todos los conocimientos que no hemos aprendido a conservar porque no recibían recompensa económica. Creo que la población es muy consciente de que actualmente comemos peor y creo que, poco a poco, nos vamos despertando para darle solución.

Alejandro: Sí, pero aún así creo que todavía falta mucho trabajo por hacer para sensibilizar a la ciudadanía sobre la importancia de alimentarnos de forma sostenible y de reducir el desperdicio alimentario. Me doy cuenta de que la mayor parte de las personas a las que llegamos no son suficientemente conscientes y se sorprenden de las cosas que explicamos y que, las que sí lo saben, son personas, en general, sensibles y activas en otros ámbitos de la sostenibilidad . Debemos conseguir que todo el mundo sea consciente y cambie sus hábitos cotidianos, pero también que haya una gran masa social que emprenda acciones transformadoras de verdad.

Núria, en un showcooking de recetas de aprovechamiento alimentario.

Ya para terminar, completad la frase: ¿Hay que recuperar la cultura del aprovechamiento para que…?

Cèlia: Necesitamos el remo del pasado y el del futuro para avanzar con la fuerza del presente.

Núria: ¡La cultura del usar y tirar ya ha quedado obsoleta!

Alejandro:  Los recursos son limitados, tanto para nosotros como para el resto de seres vivos. Y porque está en nuestras manos hacer esto, y todo lo posible, para evitar que las injusticias sociales y ambientales actuales sigan perpetrándose por más tiempo.

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