Una lectura crítica del nuevo informe sobre desperdicio alimentario publicado por el PNUMA

La Fundación Espigoladors propone una revisión de la metodología y la interpretación de los datos recogidos en el nuevo informe sobre desperdicio de PNUMA para poder avanzar hacia la construcción de soluciones transversales a esta problemática.

Una lectura crítica del nuevo informe sobre desperdicio alimentario publicado por el PNUMA

El desperdicio alimentario es un emergencia climática y social. El nuevo informe del PNUMA publicado esta misma semana de marzo muestra nuevos datos de la magnitud de esta problemática. Pero, aunque estos puedan sernos de utilidad para crear un marco conceptual de esta problemática, no deben eclipsar la necesidad aún latente de crear modelos transversales que trabajen en la prevención y reducción del desperdicio y de sus efectos sociales y ambientales.

La meta 12.3 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas establece que “De aquí a 2030, reducir a la mitad el desperdicio de alimentos por cápita mundial en la venta al por menor y a nivel de los consumidores y reducir las pérdidas de alimentos en las cadenas de producción y suministro, incluidas las pérdidas posteriores a la cosecha.”

Para la medición de la consecución de esta meta por parte de los Estados Miembros signatarios, se han diseñado dos componentes específicos. Uno medirá las pérdidas y otro el desperdicio. Las pérdidas se medirán con el Índice de pérdidas de alimentos, centrado en los alimentos que se descartan desde la producción en los campos, hasta el nivel minorista, sin incluirlo. Y el Índice de desperdicio de alimentos que incorpora los niveles minoristas y de consumo. La FAO es la encargada del desarrollo y medición del Índice de pérdidas, y a su vez, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) el de desperdicio.

Celebramos que ayer día 4 de marzo de 2021 PNUMA publicara un primer informe sobre la situación mundial con respecto al índice de desperdicio alimentario. Para su elaboración, los investigadores e investigadoras revisaron los artículos publicados a nivel mundial hasta la fecha que incluyen datos cuantitativos del desperdicio generado en la distribución minorista, la restauración y los hogares. Estos datos han sido comparados con el concepto de desperdicio definido por el PUMA y con su calidad, que se ha estudiado teniendo en cuenta factores como el tamaño de la muestra, el método de medición utilizado o el alcance geográfico de los estudios. Con todo, han elaborado un análisis cualitativo de la calidad de los datos y han establecido recomendaciones para los Estados Miembros en su labor en la recogida de datos. Asimismo, también han realizado una estimación del desperdicio alimentario por país, y han comparado unos con otros.

Las principales conclusiones del artículo son las siguientes:

  • Se estima que en 2019 se han generado 931 millones de toneladas de residuos alimentarios entre la distribución y el consumo a nivel mundial.
  • Las cifras publicadas hasta el momento sobre desperdicio son inferiores a las obtenidas en este estudio del PNUMA. Éste señala que las cifras publicadas en 2011 por la FAO solo representan la mitad el desperdicio que se produce en las últimas etapas de la cadena alimentaria.
  • En el caso de España, el estudio estima que se están desperdiciando 77 kg por persona y año en los hogares.
  • Los datos publicados en este informe permitirán realizar estudios comparativos sobre la evolución de los Estados Miembro en materia de prevención y/o reducción de desperdicio alimentario. En 2022 se realizará una nueva extrapolación por países, que podrá compararse con los datos recogidos en este primer informe.
  • Piden a los Estados Miembros realizar estudios específicos de calidad con los que poder reportar el desperdicio alimentario generado.
  • Hay una gran falta de datos generalizada, y con los informes publicados las estimaciones no tienen una gran precisión. Hay que interpretarlas como un punto de partida, con el cual mejorar la toma de datos y situar el debate en la esfera pública y política.

A pesar de los avances alcanzados con este estudio, no podemos dejar de resaltar múltiples consideraciones que a nuestro parecer son importantes para interpretar de manera correcta las cifras recogidas en el informe del PNUMA y las conclusiones que emanan de éste.

Calidad de los datos:

En primer lugar, es importante poner sobre la mesa que los investigadores e investigadoras del PNUMA reportan de manera recurrente a lo largo del informe la incertidumbre existente en los datos existentes hasta la fecha sobre desperdicio alimentario. Además, posiblemente se han quedado fuera del análisis informes en lenguas distintas del inglés. Por ejemplo, en el caso de España, solo se ha utilizado una referencia cuando existen diferentes informes al respecto, entre los que se encuentra el Panel de desperdicio del Ministerio de Agricultura, que los estudia a nivel de hogares.

En segundo lugar, teniendo en cuenta las características del informe, desde Espigoladors consideramos que los datos recogidos no deberían interpretarse de manera precisa ni usarse para hacer comparaciones entre países. Eso sí, sin lugar a dudas, los datos tienen un gran poder para definir la magnitud de la problemática, que sin duda cuenta con grandes volúmenes y que deben reducirse urgentemente.

Interpretación de los datos y definición de “food waste”

El informe del PNUMA define “food waste” como “el alimento y sus partes no comestibles asociadas, retiradas de la cadena de suministros de alimentos humanos (en determinadas circunstancias); venta minorista, servicios de comida y hogares. Por retirados de la cadena de suministro de alimentos para humanos se entiende cada uno de los destinos finales: vertedero, combustión controlada, alcantarillado, basura / descartes / desperdicios, digestión co / anaeróbica, digestión de abono / aeróbica o aplicación al suelo.”

Los datos reportados en este informe consideran las partes comestibles y las no comestibles. Por tanto, sería más correcto hablar de residuos alimentarios y no de desperdicio alimentario, el término que generalmente se utiliza en lengua española. Somos conscientes que en los países de lengua latina utilizamos el término desperdicio alimentario o similares para referirnos a lo que en inglés es “food waste”, pero en este caso es muy importante tenerlo en cuenta, ya que se están considerando las partes no comestibles de los alimentos desechadas: huesos, pieles de frutas, etc.

Además, normalmente los estudios realizados por Europa y Norte América durante los últimos años centrados en los hogares han puesto el foco en la parte comestible de los alimentos. No hemos podido esclarecer si, en el informe, este factor se ha tenido en cuenta durante la extrapolación de los datos realizada en base a los datos existentes, y en la elaboración del ranking de niveles de desperdicio final por país.

Considerar las partes comestibles y no comestibles en todos los países del mundo para medir el índice de desperdicio puede servir para unificar métodos y estandarizar los datos. No obstante, habría que considerar los patrones alimentarios y la cultura alimentaria de los diferentes países. A modo de ejemplo, no es lo mismo que una familia cocine en casa pollo a partir de un pollo que despluma, deshuesa, etc.; a una familia que ingiere la misma cantidad de pollo pero lo compra en una bandeja monodosis. En el caso de la segunda familia, las plumas, huesos y partes no comestibles del pollo se habrían quedado en puntos anteriores de la cadena alimentaria, mientras que en el caso de la primera, estarían en su cubo de basura y serían consideradas desperdicio. Pasaría lo mismo con una familia que mayoritariamente consume productos pre-cocinados, pre-cortados, congelados, etc., pues teniendo en cuenta este índice acabará generando mucho menos residuos en el hogar que otra que compre producto fresco directamente de los productores y productoras.

Queremos resaltar que hay que interpretar el informe como un ejercicio teórico de extrapolación de datos, pero que hay que tener cautela en el momento de interpretar los datos, y así lo hacen los investigadores a lo largo de todo el informe. En este sentido, no creemos oportuno comparar Nigeria, que según el informe tiene un desperdicio de 189 kilos por habitante, con Estados Unidos con un dato de 59 kilos. En el caso de Nigeria existe un único estudio de referencia, y éste es un estudio elaborado en 2016 a tan solo 100 hogares para evaluar la generación de residuos en sus hogares.  

Meta 12.3

Nos sorprende que el PNUMA reconozca que el Índice de pérdidas y el Índice de desperdicio no sean agregables. Esto quiere decir, que se están dedicando cientos de horas de trabajo (más que necesarias sin duda) para acabar obteniendo unos datos parciales que serán incapaces de mostrarnos como están los diferentes países signatarios de los ODS en materia de pérdidas y el desperdicio a nivel de sistema agroalimentario.

El problema de las pérdidas y el desperdicio alimentario es un problema estructural del sistema agroalimentario, que no puede seguir tratándose de manera parcial analizando individualmente cada una de las etapas de la cadena alimentaria. Los volúmenes generados en una etapa pueden estar causados por comportamientos y decisiones de agentes que operan en otra, pues hay causas multifactoriales que no empiezan ni acaban con el cierre de una etapa.  Por lo tanto, ¿qué sentido tiene que una meta global de reducción de las pérdidas y el desperdicio no tenga un indicador conjunto?

Es necesario poner cifras a los volúmenes generados en cada etapa de la cadena, pero es urgente tener visiones y aproximaciones sistémicas en estas diagnosis si se quiere revertir el actual panorama.

Queremos también resaltar que las definiciones y conceptos usados por la FAO y PNUMA para pérdidas y desperdicio no son equivalentes a los utilizados en Europa. Así que pedimos que se interpreten los datos y resultados de ambos Índices con esta consideración. En definitiva, esta interpretación no agregada de las causas y teniendo en cuenta definiciones dispares puede generar confusión, y llegar a determinados actores o etapas de la cadena al tratarlo de manera aislada y no en su conjunto.

Cosificación de los alimentos

Nos sorprende que se incorpore una definición de “food surplus” (excedente de alimentos) que incluya los alimentos redistribuidos para consumo humano.  No sabemos si de manera consciente o no, pero el hecho es que pudiera parecer qué si no hay un intercambio monetario, este alimento ya pasa a ser un alimento de segundas. Desde Espigoladors consideramos que los alimentos son más que una simple mercancía o commodity, y deben ser considerados como un bien imprescindible para nuestra supervivencia y bienestar. El hecho de calificar de excedente a unos alimentos que han sido ingeridos por personas, sin entrar en de qué manera han llegado a éstas, es un claro indicativo de la necesidad de un enfoque más radical para atender a la emergencia climática y social que representan las pérdidas y desperdicio alimentario. Sin un cambio de mentalidad generalizada no se alcanzará la meta 12.3.