#DesperdiciarNoEsLegal: la prevención del desperdicio alimentario ya tiene Ley

#DesperdiciarNoEsLegal: la prevención del desperdicio alimentario ya tiene Ley

 “Desperdiciar es una palabra que estamos aprendiendo a decir”, dijo la cocinera Ada Parellada en un acto de la Fundación Espigoladors. Parellada se refería al hecho que las perdidas y el desperdicio alimentario es un problema que justo está empezando a ser conocido y que cuenta con poca movilización social. Aún ser uno de los causantes del cambio climático, las personas siguen quedando sorprendidas cuando conocen la cifra que 1/3 de los alimentos producidos anualmente a escala global no llegan a ser consumidos.

Para hacer frente a esta problemática global, el pasado miércoles día 4 de marzo el Parlament aprobó por unanimidad la Ley sobre la Reducción del Desperdicio Alimentario. En el proceso de creación de esta norma participaron distintas organizaciones, sindicatos y administraciones, que se marcaron el reto de reducir, el año 2030, las pérdidas y el desperdicio alimentario en un 50%. Una de ellas fuimos nosotras, porque consideramos que la existencia de marcos legales es indispensable para la disminución de esta problemática.

La norma catalana persigue el objetivo de prevenir la generación de pérdidas y desperdicio en todos los estadios de la cadena alimentaria, desde el sector primario hasta los consumidores finales. Esta finalidad preventiva es precisamente lo que la diferencia de las ya existentes leyes francesas e italianas, centradas en la redistribución de excedentes alimentarios. Además, es también el primer texto legal europeo que regula el espigamiento y lo entiende como una actividad de prevención. En definitiva, es una ley pionera que supondrá un cambio de paradigma en la actividad de diversos agentes de la cadena alimentaria.

Aquí tenéis 5 puntos clave de la nueva ley:

  • El espigamiento, una práctica regulada y sin ánimo de lucro

La norma define el espigamiento como una actividad complementaria y sin ánimo de lucro que contribuye a la prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario. En este sentido, se publicará una Guía de Buenas Prácticas para un Espigamiento Seguro, redactada por la nuestra Fundación por encargo del Departamento de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Generalitat de Catalunya.

  • Sector primario, empresas y entidades distribuidoras obligadas a prevenir y cuantificar

Todos los agentes implicados en la cadena alimentaria deberán tener y aplicar un “Plan de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario”. Asimismo, estarán obligadas a cuantificar las pérdidas y el desperdicio que creen con su actividad. Esta información es básica para seguir avanzando en las soluciones a esta problemática social y medioambiental, que actualmente cuenta con pocos datos.

  • La administración pública también tendrá obligaciones

La Administración será la encargada de analizar y ordenar todos los datos provenientes de los distintos agentes de la cadena alimentaria. También lo será de facilitar la creación de espacios y sistemas para la distribución de excedentes, y de elaborar el Plan Estratégico de Prevención de pérdidas y desperdicio.

  • Alimentos de temporada y tuppers en los restaurantes

El sector de la restauración y de la hostelería tendrá la obligación de promover el consumo de productos de temporada y de proximidad. De la misma manera, deberá facilitar que los consumidores y consumidoras se lleven todo lo que no hayan podido acabarse en un envase biodegradable o reciclable.

  • La sensibilización, una herramienta indispensable

Administración y empresas implicadas en la cadena alimentaria deberán velar por el fomento del conocimiento respecto esta problemática global. Entre muchos aspectos, deberán fomentar también las buenas prácticas comerciales.

La administración pública, además, deberá incluir las pérdidas y el derroche alimentario en los planes educativos.

Espigoladors celebramos la aprobación de esta norma. La consideramos una muestra de compromiso por part de la administración y de todas las entidades implicadas en su redacción. Sabemos que si sumamos fuerzas, llegaremos más lejos.

Leer las etiquetas, una tarea transcendente

Llegir bé les etiquetes dels productes és una tasca imprescindible per a poder tenir una alimentació sana i nutritiva amb el mínim impacte ambiental possible.

Leer bien las etiquetas, una tarea transcendente

Leer bien las etiquetas de los productos es una tarea aparentemente sencilla pero que poca gente se toma la molestia de realizar. Leerlas es importante porque son el canal de comunicación más directo entre productores y consumidores, y permiten conocer múltiples aspectos del producto que se encuentra a la venta.

Para tener una alimentación sana y saludable es imprescindible estar informado sobre el origen de los alimentos que se consumen. Consideraciones como saber si los productos contienen aditivos, el valor nutricional que aportan o los ingredientes que los componen, son necesarias para poder realizar una buena elección. Asimismo, conocer su origen sirve para poder realizar una compra con el mínimo impacto ambiental posible. Los productos de proximidad reducen la huella ecológica para evitar los gastos energéticos de los desplazamientos de larga distancia. Asimismo, permiten impulsar la economía local, apoyar a los pequeños productores e impulsar económicamente las áreas rurales. Las etiquetas serán las que, precisamente, nos ayudarán a conocer toda esa información.

¿Pero cómo podemos saber si la información que contienen las etiquetas es verdadera? Existe todo un conjunto de normas que regulan el contenido de las etiquetas y establecen un listado de información que deben contener obligatoriamente. Asimismo, establecen condiciones para poder poner determinados logotipos en el etiquetado. El objetivo que persiguen estas normas es proteger e informar a los consumidores.

Información obligatoria

Existen muchas normas que regulan el contenido y la forma de las etiquetas. A nivel europeo, la más significativa de todas es el Reglamento 1169/2011 del Parlamento Europeo y del Consejo sobre la información alimentaria facilitada al consumidor. De acuerdo a esta norma, la información debe ser clara, precisa, fácil de entender y no puede inducir al error. Asimismo, el reglamento regula la información obligatoria que deberá contener la etiqueta de casi la totalidad de los productos del mercado:

  1. Denominación del alimento.
  2. Listado de los ingredientes en orden descendente de peso i los alérgenos. Las frutas y verduras que no hayan sido peladas, no tendrán que incluir el listado de alimentos.
  3. El grado de alcohol de las bebidas que supere el 1,2%.
  4. La cantidad neta del producto envasado.
  5. Información nutricional. Su contenido está regulado por normas comunitarias.
  6. La fecha de consumo preferente o la fecha de caducidad.

La fecha de consumo preferente hace referencia a la finalización del período durante el cual se garantiza que las propiedades de gusto, aroma y olor del alimento serán óptimas. La fecha de caducidad, en cambio, marca el día a partir del cual el producto empezará a deteriorarse y, por tanto, la seguridad de su consumo deja de estar garantizada.

  • Las condiciones especiales de conservación i de utilitzación.
  • La forma de consumirlo, si el producto lo requiere.
  • Identificación de la empresa: nombre o razón social y la dirección del operador de la empresa alimentaria.
  • El lote.
  • El lugar de origen o procedencia en tres casos concretos. En primer lugar, deberá indicarse de forma obligatoria si el alimento forma parte de este listado: carne fresca de vacuno y sus productos, carne fresca de porcino, ovino, caprino y aves de corral, pescado, alimentos no transformados como frutas y hortalizas, miel, aceite de oliva y leche, y los productos con un ingrediente único o con uno que represente más de su 50%. En segundo lugar, deberá indicarse en todos aquellos casos en los que no hacerlo podría derivar en un error para el consumidor. Por último, se indicará cuándo se mencione el país de origen o lugar de procedencia de un alimento y éste no sea el mismo que el de su alimento primario.

Todos aquellos productos que no están envasados ​​y que, por tanto, no pueden contener una etiqueta física, no están exentos de indicar la información mínima obligatoria. Ésta deberá estar indicada en un espacio destacado de su punto de venta que sea legible.

Los alimentos transgénicos, elaborados a partir de Organismos Modificados Genéticamente (OMG), poseen unas normas de etiquetado específicas. Los OMG son organismos a los que se ha modificado el genoma mediante técnicas de ingeniería. La nueva composición genética de estos alimentos les dotan de características y propiedades nuevas que, en muchas ocasiones, les permiten adaptarse mejor a las condiciones climáticas adversas, plagas, enfermedades y herbicidas y plaguicidas. Cuando los productos contienen más de un 0,9% de transgénicos, deberá indicarlo la etiqueta.

La contrapartida de esta norma sobre el etiquetado de alimentos transgénicos la encontramos en su especificación. La norma hace referencia a productos producidos a partir de un OMG, lo que excluye a los producidos con un OMG. Por tanto, la etiqueta de OMG no será obligatoria para todos aquellos productos que utilicen auxiliares tecnológicos a lo largo de su proceso de producción. Tampoco se indicará qué alimentos se han producido a partir de animales alimentados con OMG o tratados con productos de este tipo.

Información adicional

A toda la información obligatoria que establecen los reglamentos europeos, los países miembros pueden sumar todo lo que les parezca indispensable que sea destacado. Asimismo, los productores también pueden hacer algunas indicaciones en sus etiquetas de aspectos que quieran poner de relieve y que sean importantes para los consumidores. Declaraciones de salud y etiquetas de comercio ecológico o de productos de proximidad son tres de los casos más comunes de información voluntaria que los productores indican para crear valor añadido.

Las normas europeas regulan las declaraciones de salud, que reservan exclusivamente a las aguas minerales y productos destinados a una alimentación especial. Estas declaraciones consisten en la atribución de determinados beneficios nutricionales de salud como curar o prevenir enfermedades, a diversos alimentos o ingredientes. En cuanto a los productos de producción ecológica y su etiquetado, éstos se encuentran regulados por el Reglamento 848/2008 del Parlamento Europeo y el Consejo, un decreto que armoniza las normas de producción de este tipo de agricultura para todos los Estados miembros de la UE.

De acuerdo con esta norma, la producción ecológica es aquella que cuenta con una gestión sostenible que, entre otras muchas consideraciones, respeta los sistemas y ciclos naturales, conserva los elementos del paisaje, utiliza de forma responsable la energía y los recursos naturales, desarrolla cultivos vinculados al sol, prohíbe el uso de OMG y restringe el uso de medios externos. Todos los alimentos que se hayan producido teniendo en cuenta las normas del reglamento podrán comercializarse bajo la denominación de eco o bio, y con el logotipo de producto ecológico de la UE. En Cataluña, el organismo encargado de certificar y auditar los productos agroalimentarios ecológicos es el Consejo Catalán de la Producción Agraria Ecológica (CCPAE), una corporación de derecho público con personalidad jurídica reconocida por la UE. Este organismo otorga un logo de certificación ecológica que los productores ecológicos pueden poner en las etiquetas de sus productos.

En Cataluña, la venta de proximidad está regulada por el decreto 24/2013. Esta norma distingue entre dos tipos de venta de proximidad, la de circuito corto y la directa, siendo de aplicación para todos aquellos productos no transformados, de producción primaria o de elaboración propia. La venta directa es la que no cuenta con la presencia de intermediarios, y la de circuito corto la que cuenta con uno solo, que suele ser un mercado o tienda pequeña. Con carácter voluntario, el productor puede solicitar el logo que acredita la proximidad de los productos que se encuentran a la venta.

Una curiosidad

¿Os habéis preguntado alguna vez si los códigos de barra individuales de las frutas y verduras tienen algún significado? ¡Pues sí que lo tienen! Aquí tiene una pequeña explicación de cómo puede leer este montón de números.

No todos los códigos de los diversos supermercados cumplen esta norma, pero desde 1990 muchos establecimientos utilizan el código Price Look Up (PLU) para etiquetar productos que no estén transformados y, de esta forma, facilitar los inventarios y cobros. Estos códigos están regulados por la International Federation of Produce Standards, y no son de aplicación obligatoria.

Los PLU constan de 4 o 5 números. Cada subvariedad de alimento tiene asignado un número entre 3.000 y 4.000. Los códigos PLU de sólo 4 cifras se utilizan para marcar los productos producidos de forma convencional, es decir, con uso de productos fitosanitarios. Los de 5 cifras, en cambio, marcan bien los productos producidos de forma orgánica (encabezados por un 9), o bien los OMG (encabezados por un 8).

Consejos navideños para el aprovechamiento alimentario

Consejos para reducir y aprovechar las sobras de las comidas navideñas.

Consejos navideños para el aprovechamiento alimentario

Imagen de Eak k. en Pixabay

Las comidas navideñas son tan abundantes que, en casi todas las casas quedan platos llenos de alimentos que corren el riesgo de acabar siendo derrochados. Desde Espigoladors os proponemos un reto: este año, intentad que ningún plato de las comidas de Navidad acabe en la basura. Para que os resulte más fácil, os dejamos unos cuantos consejos que os serán de utilidad para pasar unas fiestas más sostenibles.

Planificad bien las comprar para reducir las sobras.

  • Lo primero que deberéis hacer es planificar bien las comidas: ¿cuantos platos cocinareis y para cuantas personas? ¿Comen mucho los invitados que tendréis?
  • Antes de salir a hacer la compra, mirad bien vuestra despensa. Seguro que muchos componentes de las recetas ya los teníais en casa.
  • Haced una lista de todo lo que os falte.
  • Y, sobre todo, vigilad con el pica-pica. Si es demasiado abundante, nadie podrá acabarse ni el caldo, ni el cocido, ni los canelones.

Haced hueco en la nevera y en el congelador para poder guardar las sobras.

  • Ordenad bien los tuppers que tengáis guardados. Los congeladores y las neveras generalmente tienen más espacio de lo que pensamos.
  • Estos dos días que quedan antes de la gran cena y comida de Navidad, intentad comer los alimentos que tengáis congelados para hacer un poco más de hueco.

Con la comida que sobre, cread recetas de aprovechamiento y congeladla para comerla más adelante.

  • El caldo que haya sobrado lo podemos congelar. Para que se conserve mejor, separadle la pasta.
  • La pasta que hemos retirado la podemos guardar en la nevera y comerla los días posteriores con un poco de butifarra del cocido y un poco de aceite, o con salsa de tomate.
  • El cocido nos servirá para crear distintas recetas de aprovechamiento. La podemos mezclar con todo tipo de pastas, arroces y legumbres. También la podemos comer sola acompañada de verduras. Nosotras os recomendamos preparar un arroz al horno valenciano.
  • Con el pollo podemos hacer croquetas y canelones. Si lo preferís, también lo podemos congelar para comerlo más adelante.
  • Si sois aficionados y aficionadas a los postres y los dulces, las sobras de turrón las podemos utilizar para hacerlos aún más ricos. El turrón de Jijona lo podemos deshacer dentro la masa de un bizcocho, y el de chocolate y el de Alicante lo podemos trocear y ponerlo encima de una tarta o yogurt.

Ya no tenéis excusa, estas navidades sumaros a la comunidad #yonotiro y ayudadnos a acabar con el derroche alimentario doméstico.

Consérvame las conservas

Un cuento nostálgico sobre las conservas de tomate que hacía la abuela y un propósito de año nuevo: recuperarlas.

Consérvame las conservas

Un relato nostálgico sobre las conservas de la abuela

Imagen de Alina Kuptsova, en Pixabay.

A casa de la abuela siempre llegábamos bien, con el coche de mi madre. De vuelta, los bajos rascaban con cualquier pequeño bache de la carretera. Mi padre tenía claro de quién era la culpa.

– Son los potes estos, los tendríamos que haber dejado en casa la abuela.

– ¿Y la harías tú, la salsa de tomate?

– No, la compraría en la tienda de abajo.

Eran los años setenta y siempre que íbamos a casa la abuela, nos llenaba el maletero con las conservas que había hecho a finales de verano. Su casa estaba en medio del campo. Hacía generaciones que la familia vivía allí, y desde que se instalaron habían tenido un huerto bien grande. A la abuela les gustaba cosechar tomates, que recogía durante el verano. Cuando el calor aflojaba y a nosotros nos faltaban pocos días para irnos del pueblo, lo paralizaba todo y se dedicaba a hacer potes de conservas de tomate.

Del armario del comedor sacaba muchos potes de cristal y los dejaba abiertos encima de la mesa. En la cocina, ponía tomates a hervir en la olla más grande de la casa. Cuando los tomates estaban suficientemente calientes para poder pelarlos sin que resultase una tarea demasiado complicada, nos llamaba a todos los nietos y nietas para que la ayudásemos. Cuando los teníamos pelado, los poníamos en los potes que la abuela había dejado en el comedor, y ella los iba rellenando con aceite de oliva. La tarea difícil se la reservaban para ella y mi padre. Cogían los potes cerrados y los ponían en una olla con agua hirviendo para sellaros al baño maría. Mi madre se encargaba de ir guardarlos en los armarios de toda la casa.

Con las moras que recogíamos también hacíamos conservas, mermeladas, las más ricas que he probado. Durante la vuelta a casa, el maletero quedaba lleno de potes de conserva. Cuando llegábamos al garaje siempre había discusiones por quien era el encargado de subirlos hasta los armarios de la cocina. Pero pese todo el trabajo que representaba hacer las conservas y acabar teniéndolas guardadas en la despensa, a todos nos gustaba poder comer aquellos tomates tan ricos durante todo el año. ¡Salía una salsa espectacular!

Cuando la abuela se hizo demasiado mayor para cocinar, nadie le tomó el relevo. Cuando el verano acababa, la despensa quedaba llena de tomates que al cabo de pocas semanas se pudrían. En nuestra casa, la salsa la pasamos a comprar en los supermercados. No era tan buena, pero nunca nadie se quejó.

El otro día hablaba con unos amigos que, como yo, ya rozan la sesentena. Ellas y ellos también recuerdan algunas recetas de aprovechamiento que hacían sus abuelos y abuelas. Paula nos contó que, del pan seco, su abuelo hacía migas, y Juan aseguró que su abuela hacia sopas mallorquinas. Ninguno de nosotros ha seguido con la tradición familiar. De hecho, pocos de nuestros padres y madres lo han hecho. Desde que las abuelas y abuelos faltaron, la norma pasó a ser la de tirar todo el pan seco y comprar tomates que no fuesen de temporada. Y si se pudrían, acababan en la basura. Hoy en día queremos recuperar las prácticas de nuestras abuelas y abuelos porque nos hemos dado cuenta de que el derroche alimentario es un problema medioambiental grabe.

Con los amigos decidimos cambiar nuestros hábitos de consumo y de cocina para reducir el derroche alimentario doméstico. De momento, voy guardando los potes de cristal de los productos que consumo porque, cuando llegue el verano, haré conservar de tomate. Como las que hacía la abuela.